

Esta tendencia extremista crece en África con decisión y constancia. Primero en Egipto y el Magreb; después en el Sahel, desde Somalia y Nigeria al norte de Malí. Incluso ha hecho incursiones en Kenia y Tanzania. Surgidos a consecuencia de reivindicaciones contra problemas en sus países, ahora se han sumado a las redes internacionales, para conseguir más protagonismo, apoyo y legitimidad.
AQMI, Boko Haram, Al Shabab son denominaciones conocidas. Divididos y muchas veces enfrentados, unos proclaman lealtad al Daesh, otros a Al Qaeda, pero su denominador común es la violencia como obligación para “liberar” a la umma (comunidad musulmana) de quienes no aplican su interpretación radical y rigorista de la ley islámica.
Sin embargo, antes, existió una tradición singular en el yihadismo africano: miembros de hermandades sufíes, místicos, heréticos, que unían espiritualidad con costumbres locales y disciplina militar. Todos ellos intervinieron en la lucha anticolonial y se diferencian del salafismo yihadí actual.
El conflicto armado está servido en la región, también por el incremento de las medidas de seguridad, las injerencias de Francia y Estados Unidos y el reforzamiento de Estados autoritarios.
Interviene Javier Aisa, periodista especializado en actualidad internacional y co-fundador de Espacio REDO
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