Vuelo MH17, callejón sin salida
Imagen del ala del avión MH17

El derribo del vuelo comercial MH17 cuando sobrevolaba los cielos de Donetsk se ha convertido en un toque de atención que nos hace reflexionar sobre el destino inmediato de la guerra civil ucraniana. Todo parece indicar que las milicias prorrusas habrían cometido un error fatal, al protegerse de lo que creyeron que podría ser un nuevo ataque aéreo de las fuerzas gubernamentales. Desde que a comienzos de abril se proclamara unilateralmente la independencia de República Popular de Donetsk, las armas han acaparado todo el protagonismo en la región. En respuesta, Kiev se aprestó a iniciar su «operación antiterrorista» el 16 de abril, logrando algunos éxitos iniciales. No obstante, la resistencia local fue más fuerte de lo previsto, así como la amplitud de sus reservas. Frente a esta contingencia, el gobierno ucraniano optó por dar un mayor peso a las fuerzas aéreas en el teatro de operaciones y debilitar progresivamente a los rebeldes. La estrategia está dando sus frutos y así, a principios de julio, los prorrusos tuvieron que retirarse de Slaviansk, bastión que habían defendido durante tres largos meses. En este contexto en el que los defensores de la llamada Nueva Rusia están perdiendo posiciones, se entiende mejor la defensa desesperada que ha provocado la mayor tragedia de este conflicto.

 

Los efectos psicológicos derivados de este suceso pueden ser devastadores. Ahora que cumplimos el primer aniversario de la Gran Guerra, conviene recordar la desgraciada historia del transatlántico RMS Lusitania, que fue hundido cerca de las costas irlandesas el 7 de mayo de 1915. Su itinerario entre Nueva York y Liverpool le hizo entrar en una zona de guerra activa, convirtiéndolo en blanco de los submarinos alemanes. Dos torpedos bastaron para hacer naufragar aquel gigante en tan solo 20 minutos, provocando la escalofriante cifra de 1.198 muertos (234 de ellos norteamericanos). La conmoción fue tremenda y el golpe moral decisivo, de tal manera que se considera uno de los antecedentes que hizo que los Estados Unidos intervIniera en el conflicto dos años más tarde. Como si el tiempo se hubiera detenido entonces, las imágenes de los restos retorcidos del avión malayo están causando un perjuicio similar a la imagen de Rusia. No se trata solo del número de víctimas o el origen del arma en cuestión, un misil tierra-aire Buk M1-2 que bien puede proceder de los arsenales incautados al ejército ucraniano o del incesante suministro ruso, sino de algo mucho más profundo.

 

Con la intercepción de este Boeing 777 la causa prorrusa ha dejado de tener objeto definitivamente. Hablamos de un conflicto enquistado que ha pasado a ocupar un lugar marginal en la actualidad europea y en el que las milicias separatistas llevan las de perder.

 

Rusia ha alimentado las esperanzas del ejército insurgente con el único fin pactar un futuro a su medida, entrando en abierta contradicción con sus propios «aliados». Ahora, la inutilidad de esta guerra se muestra en toda su crudeza, pudiendo incluso producirse una condena de la ONU.

Putin ha unido peligrosamente su destino al de los rebeldes, porque no solo les suministra armamento a fondo perdido, sino que además le está acarreando un creciente número de sanciones. Entidades bancarias como Gazprombank o Vnesheconombank y empresas del sector energético como AOA Novatek o Rosneft, ya están siendo blanco de las restricciones impuestas por la Casa Blanca. También hemos de sumar el efecto de arrastre que esta política tiene en la Unión Europea, un muy buen cliente de Moscú. No podemos olvidar que el gran proyecto ruso de llevar gas a Europa Occidental, mediante la construcción de un gaseoducto que bordea Ucrania por el sur, está en plena negociación. Austria (OMW) y Rusia (Gazprom) firmaron el pasado 24 de junio un acuerdo para la creación de una empresa conjunta llamada South Stream Austria GmbH, pieza clave para nuestro futuro energético pero… ¿Habrían podido suscribir un contrato después de la tragedia de Malasyan Airlines? ¿Habrían llegado siquiera a reunirse? Pese a los huecos llamamientos a la paz y la circulación de inverosímiles versiones en las que se afirma que todo fue una maniobra de Kiev para derribar el avión oficial de Putin, la realidad es muy obvia: cada día que Rusia pasa al lado de los prorrusos pone en peligro importantes recursos comerciales.

Ha llegado el momento de poner punto y final a esta crisis. Rusia ha jugado sus cartas de una manera audaz, efectista, pero con pocos resultados. La muerte de estos 298 pasajeros debiera suponer el punto de inflexión para que Putin deje de suministrar equipamiento a las milicias separatistas y afronte un diálogo multilateral sobre el futuro de Ucrania. La línea del frente no puede sino encogerse todavía más. Las derrotas antes referidas de Slaviansk o Kramatorsk evidencian que cada vez habrá menos territorio con el que poder negociar. Si a ello sumamos la condena internacional, el perjuicio económico de una guerra que solo genera gastos o el riesgo de perder inversiones estratégicas, descubriremos que el Kremlin se ha metido en un callejón sin salida.

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Jaime Aznar

Colaborador
Historiador y vocal del Colegio de Doctores y Licenciados de Navarra. Analista especializado en Europa.

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