Las elecciones presidenciales de 2010 dieron una apretada victoria a Víktor Yanukovich (Partido de Las Regiones/pro-ruso) frente a su rival Yulia Timoshenko (Patria/pro-europeo). Un año después, Timoshenko sería juzgada y condenada por la firma de gravosos acuerdos gasísticos con Rusia en 2009. El rechazo al encarcelamiento de Timoshenko propiciará innumerables concentraciones que no han hecho sino reabrir las heridas mal cerradas de la Revolución Naranja de 2004.
Pero el cambio de liderazgo no ha significado la ruptura de relaciones bilaterales con la Unión Europea, a pesar de que Yanukovich está etiquetado como un político rusófilo. El diálogo siguió su curso y, en octubre de 2013, la UE exigió la libertad de la ex-primera ministra. Yanukovich prestó oídos a tal condición y habló oficialmente de la posible salida de Timoshenko para recibir tratamiento médico. Estos avances culminaron con el ofrecimiento por parte de la UE de un acuerdo económico para Ucrania, que habría de firmarse en Lituania a finales de noviembre de 2013. Nadie se imaginaba lo que iba a suceder: el 21 de noviembre Kiev anunció por sorpresa la congelación los trabajos para la firma del tratado de Asociación con la Unión Europea.
A partir de ese momento, una calle ya agitada comienza a desbordarse contra el presidente Yanukovich, que intenta un último acuerdo con la UE, a lo que Bruselas se niega. ¿Qué motivó esta decisión de interrumpir el acercamiento a Europa Occidental? Para unos es el resultado de la presión ejercida por Putin. Otros señalan que el pacto económico propuesto no tenía ningún atractivo. Esta segunda opción es más realista, si bien es imposible ignorar la primera.
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