• Representación del Imam Alí
  • Mural de Jomeini en Teherán. cc Kamyar Adl
  • El líder supremo iraní, el ayatolá Ali Jamenei (izquierda) da una carta de apoyo a la recién elegido presidente Hassan Rohani, durante una ceremonia para su confirmación como presidente de Irán en Teherán el 03 de agosto, con el ex presidente Mahmoud Ahmadinejad a la izquierda y Hashemi Rafsanjani a la derecha.

Irán, islam y democracia

Diferentes partidos islámicos han llegado al gobierno hace unos años en Turquía, luego en Túnez y Egipto. Sin embargo, en la disputa entre las diversas tendencias islamistas, pueden imponerse las tesis más intolerantes. Dos ejemplos evidentes son la represión de los movimientos de protesta en Estambul y la apropiación del proceso constitucional en el país del Nilo por la presidencia de Morsi. Un caso singular de esta tensión se ha manifestado en las recientes elecciones en Irán, con la derrota de los candidatos más afines al ultraconservador Guía Supremo, Jamenei.

 

El islam es más que una religión. También es un camino ético de vida en comunidad – la umma, signo de identidad, solidaridad y resguardo – en la que los creyentes aceptan voluntariamente la presencia de Dios.

 

Mohamed Arkoun señala que se trata de una interacción de espiritualidad (din), mundo (dunya) y política (daula), muchas veces en tensión porque su interpretación puede derivar en el autoritarismo, la sumisión y la obediencia o en la libertad, el pluralismo y la participación democrática. Dios es único, pero se puede referir a Alá con 99 nombres, señal de la diversidad islámica. El Corán es divino, pero su interpretación es humana y está determinada socialmente.

El debate e incluso la confrontación son un hecho entre el islamismo humanista y los islamistas que pretenden gobernar con la imposición de su verdad única y sin permitir la discusión. La tradición islámica considera a las personas y sociedades capaces de escoger por sí mismos el mejor gobierno posible. Además, posee mecanismos suficientes para consolidar el ejercicio de la democracia. La chura (consulta mutua) se basa en aleyas del sagrado Corán: “…los creyentes tienen por norma consultarse entre sí” (42,38) y “consulta con ellos en todos los asuntos de interés público” (3,159). El término califato permite designar que todo ser humano es un califa de Dios en la tierra, destinado a cuidar del mundo y responsable sobre los asuntos que le afectan a sí mismo y a la comunidad. Los conceptos de ichmá o consenso y de ichtihad, como esfuerzo intelectual para situar en su contexto las normas del islam, son principios de un diálogo imprescindible que sume islam y democracia.

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  • Malala Yousafzai cc volp91w Michael Volpicelli
  • Un colegio electoral durante las elecciones en Pakistán. ©AP B.K. Bangash

Pakistán electoral y sus desafíos

El segundo país con más musulmanes del mundo, 176 millones de creyentes, es un estado deshecho. La violencia del extremismo religioso; los ajustes de cuentas entre los partidos políticos y las mafias locales campan a sus anchas de Peshawar e Islamabad a Karachi y de Lahore a Quetta. En 2011 han muerto 6.211 personas en atentados. Caen bajo los disparos o las bombas jueces, políticos, mujeres, chiíes y reformistas islámicos, pero sobre todo gente corriente en las calles.

Los talibanes paquistaníes del Terek-e Taliban (TTP) son la amenaza más poderosa, en sintonía con los afganos del mulá Omar y las redes de Haqqani, en ambos lados de la frontera entre Afganistán y Pakistán. Los grupos pashtunes del TTP, liderados por Hakimullah Mehsud y el mulá Fazlullah, se han impuesto a los más moderados en las Zonas Tribales y en la Provincia Fronteriza del Noroeste y mandan en esas regiones. Sus acciones violentas quedan impunes, juzgadas por tribunales inspirados en las costumbres tribales o en el conservadurismo religioso. Los radicales se han instalado en Karachi, capital financiera y puerto del Índico, transformada en un estercolero por el terrorismo, la delincuencia y la pobreza. Los meshud talibanes llegaron a los arrabales y luego al barrio residencial de Sultanabad. Las ideas y movimientos más intransigentes avanzan porque instumentalizan las desigualdades sociales y la religión. También se aprovechan de la incapacidad del gobierno central, dirigido hasta ahora por el Partido Popular, ligado a los Bhutto, y del silencio interesado de la Liga Musulmana de Nawaz Sharif, que no desea perder parte de su base social, predominante en el Punjab.

 

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  • Mercado de Bamako. Por 10b travelling (cc).

Regreso a Malí

Francia, potencia colonial

Con la intervención militar, a comienzos de 2013, el presidente François Hollande ha movido sus fichas como un gendarme regional antes de que cayera en el olvido la operación conjunta con soldados africanos. El delirio de los yihadistas le ha dado la justificación para luchar en África. Pero contrarrestar la violencia yihadista no debe ocultar que la presencia militar directa permite asegurar además los intereses franceses en la región: acceso más conveniente a contratos de explotación de los hidrocarburos y minerales (Touadenni, Tamesna, Iullemeden, Nara, Gao); ventajas en el comercio de materias primas y manejo de la política monetaria de los países de la zona del franco CFA. Nada original, sino la continuación de la arrogante supremacía de Francia en este área del continente. La denominación exacta es neocolonialismo y no tanto solidaridad.

 

Durante el mes de marzo, Francia ha alcanzado en Malí dos de sus objetivos más inmediatos: que el gobierno de Bamako recupere el norte del país  y contener el avance yihadista. No podía ser menos. Las fuerzas armadas galas son superiores en una guerra de movimientos y la población no apoyaba a los rebeldes.

 

No obstante, el conflicto continúa. Los militares franceses consolidan una defensa de zona para garantizar la estabilidad en las ciudades y puntos estratégicos. En tierra les acompañan soldados malienses – como preludio a la reconstrucción del ejército nacional, todavía frágil, enfrentado y con aspiraciones políticas –  y especialmente tropas especiales del vecino Chad, bien entrenadas por sus incursiones en Sudán y acostumbradas a luchar en escenarios áridos  similares a los de su país.

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  • Retrato de Kim Jong Un
  • Cartel representativo del Songun de Corea del Norte
  • Un ciudadano chino quema un panfleto de Corea del Norte. ©AFP/GETTY IMAGES/ JUNG YEON-JE
  • Una reunión nacional en el Palacio de Deportes de Pyongyang el 24 de agosto se celebra el 50 aniversario del inicio de la dirección revolucionaria del Songun del Dirigente Kim Jong Il. Fotografía publicada por la Agencia de Noticias Central de Corea del Norte.

Escalada peligrosa en Corea

Cada día  Corea del Norte incrementa la tensión regional: declaración del “estado de guerra”; misiles que apuntan a objetivos surcoreanos y estadounidenses; y aviso a las embajadas extranjeras de que no se garantiza su seguridad, entre otras medidas. Asimismo, ha decretado el cierre del acceso de los obreros surcoreanos a la zona industrial conjunta de Kaesong,  en la que 50.000 norcoreanos trabajan al lado de otros 1.000 procedentes de Sur. Allí 123 empresas surcoreanas se aprovechan de una mano de obra barata y menores costes de transporte. El bloqueo obstaculiza las relaciones económicas entre los dos países, pero la exigua economía del Norte no puede permitirse tales riesgos, sin obtener ventajas mayores.

Estas advertencias son una provocación progresiva, intensa y global. Seguramente, Corea del Norte no piensa iniciar un ataque masivo, porque significaría su derrota y la eliminación de su régimen, dado que en fuerzas militares y su potencia de fuego la relación es desfavorable para la dictadura de Pyongyang. Sin embargo, es difícil que esta retórica no acarree algún tipo de acción bélica limitada. Un paso atrás, sin haber conseguido nada a cambio, equivaldría a una considerable pérdida de credibilidad de unos dirigentes caracterizados por sus bravatas, pero también muy calculadores. Ya en 2010, Corea del Norte hundió una corbeta en Cheonan, con un saldo de 46 muertos, y cuatro personas más murieron en el bombardeo de la isla de Yeonpyeong.

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  • Kabul, Afganistán. cc IsafMedia
  • Un afgano muestra una copia del Santo Corán que supuestamente fue quemada por soldados estadounidenses durante una protesta en Bagram
  • Dieciséis ex insurgentes se unieron al Programa de Paz y Reintegración de Afganistán en la provincia de Ghor. La ceremonia se llevó a cabo la reintegración en el complejo del gobernador provincial. cc IsafMedia

Afganistán: muertos y retirada

Habíamos olvidado que en Afganistán existe una guerra. A la vez que el nuevo secretario de Defensa de EE.UU., Chuck Hagel,  llegaba a KabuI, los talibán han demostrado que pueden continuar con sus ataques móviles en carreteras y campos y con atentados, alejados unos de otros. Esta vez 18 muertos, entre ellos ocho niños, en Kabul y Khost, a 150 kilómetros. Advierten al presidente Karzai y a los mandos estadounidenses que es imprescindible contar con ellos: o toman el poder directamente o se negocia con sus jefes.

La alianza de las milicias del clan radical de Haqqani, los talibanes y los escasos grupos operativos de Al Qaeda renuevan su ofensiva violenta con ataques simultáneos en Kabul y otras ciudades. Han avanzado sus posiciones del sur al centro y el norte del país. Lugares de los que nunca se habían marchado, porque siempre han formado parte de la base social y de la vida cotidiana del paisaje pastún, etnia mayoritaria del país. Los talibanes habían roto las negociaciones que mantenían con Estados Unidos, gracias a los buenos oficios de Arabia Saudí y de Catar, las dos potencias árabes que ya se superponen en la hegemonía del mundo musulmán. No necesitan el diálogo y tienen nuevas bazas para consolidar su dominio.

La quema de coranes, la masacre cometida por un sargento desequilibrado y otros actos de arrogancia y desprecio protagonizados por soldados estadounidenses han enfurecido a la mayoría de la población, profundamente religiosa.

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