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  • Enfrentamientos entre activistas pro-rusos y pro-ucranianos durante un mítin. ©GETTY

Cataluña-Crimea: paralelismos y espejismos

 

Resulta difícil imaginar dos realidades más opuestas que Crimea y Cataluña. Sin embargo, hay quien dice haber encontrado un paralelismo absoluto entre los dos territorios, aduciendo que el referéndum del 16 de marzo en la primera y el (hipotético) del 9 de noviembre en la segunda atentan contra la legalidad hoy por hoy vigente, tanto nacional como internacional. Claro que, una vez reconocida esa obviedad, seguimos donde estábamos. Porque, nos guste o no, en ambos casos la legalidad no satisface las demandas de la mayoría de la población. Ése es un paralelismo que se pretende soslayar.

 

 El derecho de autodeterminación puede funcionar como una coartada democrática en la que se escudan los nacionalismos, que la olvidan tan pronto como han conseguido sus objetivos

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  • Soldados ucranianos vigilan la entrada de su base militar de Perevalnoye (Crimea) este mismo domingo. ©Sergey Ponomarev - The New York Times

Crimea: aumenta la tensión

Los giros de guión en el intrincado drama ucraniano no hacen sino sucederse, en una peligrosa cadena de acontecimientos que nadie parece controlar. Ahora, un nuevo actor viene a complicar el delicado escenario en el que se encuentran el Occidente y el Oriente europeos.

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  • Manifestantes en Ucrania derriban la estatua de Lenin. ©REUTERS

Ucrania: diplomacia y soberanía

 

Los hechos de estos últimos días nos han devuelto a la realidad: a apreciar lo que en verdad están padeciendo los ucranianos y sus instituciones; el grado de odio recíproco que ha ido germinando mientras desde las alturas luchábamos por la consecución de nuestros objetivos partidistas

Los movimientos auto-organizados de la oposición en la calle han derrocado a Yanukovich y su régimen. El ex presidente depuesto optó por la represión y decidió liquidar la revuelta a tiros. No advirtió entonces que ni siquiera su formación política y las fuerzas de seguridad le iban a apoyar. Era una medida tan extrema y dura que temieron que la revuelta se los hubiera acabado también con ellos. Y abandonaron a un Yanukovich prepotente e incapaz de calcular bien sus bazas. La actualidad devora cualquier análisis. Ahora, llega el tiempo de la reconstrucción democrática. También llena de obstáculos por las ambiciones de los partidos ucranianos y los intereses de la Unión Europea y de Rusia.

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  • Un activista de la Unión Pro-Europea vigila la cima de las barricadas que rodean un campamento fortificado durante un mitin en la Plaza de la Independencia en Kiev, Ucrania, Martes, 17 de diciembre 2013. AP PHOTO/ALEXANDER ZEMLIANICHENKO

Ucrania: una larga crisis

Desde noviembre de 2013 miles de personas han tomado las calles, de forma predominantemente pacífica. En los últimos días se ha producido un notable incremento de la tensión en Kiev y otras ciudades de Ucrania. Los enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas de orden público están produciendo un número considerable de muertos y heridos, así como grandes daños materiales. Es el fracaso de la Rada (Parlamento) en sus intentos de lograr una solución negociada entre la oposición y el presidente Yanukovich, que ha maniobrado frente a los diversos sectores de su grupo político, el Partido de las Regiones, dividido en cuanto al uso de la mano dura o de la moderación como salida al conflicto.

El detonante del problema actual ha sido el aplazamiento por parte del Presidente Yanukovich de la firma prevista del Acuerdo de Asociación y del Acuerdo de Libre Comercio con la Unión Europea, sometido a fuertes presiones de la Unión Europea y de Rusia. La Unión Europea ve con interés garantizar el flujo de gas y la ampliación del territorio en el que sus empresas van a encontrar importantes oportunidades de negocio al acceder en condiciones muy ventajosas a un mercado tan sustancioso como el ucraniano (Ucrania tiene un peso económico unas cuarenta veces inferior al de la UE). Moscú teme que peligre su influencia en Ucrania, país vecino al que considera un elemento clave para su Unión Aduanera y posterior Unión Euroasiática, un mercado previsible de 200 millones de consumidores, en el que se incluirían además, Kazajstán, Bielorrusia y Armenia. Todos los agentes interesados (Unión Europea, EE. UU., Rusia) juegan sus bazas.

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  • Pianista encapuchado toca el piano en las barricadas

Ucrania: de nuevo las protestas

Las elecciones presidenciales de 2010 dieron una apretada victoria a Víktor Yanukovich (Partido de Las Regiones/pro-ruso) frente a su rival Yulia Timoshenko (Patria/pro-europeo). Un año después, Timoshenko sería juzgada y condenada por la firma de gravosos acuerdos gasísticos con Rusia en 2009. El rechazo al encarcelamiento de Timoshenko propiciará innumerables concentraciones que no han hecho sino reabrir las heridas mal cerradas de la Revolución Naranja de 2004.

Pero el cambio de liderazgo no ha significado la ruptura de relaciones bilaterales con la Unión Europea, a pesar de que Yanukovich está etiquetado como un político rusófilo. El diálogo siguió su curso y, en octubre de 2013, la UE exigió la libertad de la ex-primera ministra. Yanukovich prestó oídos a tal condición y habló oficialmente de la posible salida de Timoshenko para recibir tratamiento médico. Estos avances culminaron con el ofrecimiento por parte de la UE de un acuerdo económico para Ucrania, que habría de firmarse en Lituania a finales de noviembre de 2013. Nadie se imaginaba lo que iba a suceder: el 21 de noviembre Kiev anunció por sorpresa la congelación los trabajos para la firma del tratado de Asociación con la Unión Europea.

A partir de ese momento, una calle ya agitada comienza a desbordarse contra el presidente Yanukovich, que intenta un último acuerdo con la UE, a lo que Bruselas se niega. ¿Qué motivó esta decisión de interrumpir el acercamiento a Europa Occidental? Para unos es el resultado de la presión ejercida por Putin. Otros señalan que el pacto económico propuesto no tenía ningún atractivo. Esta segunda opción es más realista, si bien es imposible ignorar la primera.

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