
Los grupos de la resistencia palestina en Gaza y el gobierno de Israel han dictado un alto el fuego ilimitado. Hamás y sus aliados no podían continuar sus lanzamientos de cohetes hacia territorio israelí sin que la ofensiva del Tsahal acarreara un mayor número de víctimas y la destrucción todavía más brutal de las infraestructuras de la Franja. Un desastre imposible de gestionar más tiempo en términos de política interior.
En una primera impresión, Hamás ha conseguido bazas significativas: respaldo evidente de sus compatriotas como líderes de la oposición palestina; un reconocimiento como interlocutores de facto por Israel en una mesa de negociaciones y demostrar que la seguridad de Israel es frágil, mediante tácticas combinadas de resistencia guerrillera en las calles y ataques por aire. Igualmente, ha revelado que puede desestabilizar y causar inquietud en los habitantes israelíes, aún a costa de que la sociedad israelí exija más contundencia militar, que su gobierno se ensañe con Gaza con más dureza, ahora o dentro de un tiempo, y que se incrementen los muertos palestinos.
Una vez consolidada la tregua, es hora de establecer un marco efectivo de conversaciones. ¿En qué condiciones? Después de la invasión de 2008-2009 se mencionaron la necesidad de que Gaza contara con un aeropuerto y un puerto marítimo; la ampliación de la zona de pesca y el levantamiento completo del bloqueo. Como en este momento. Pero nada se cumplió entonces. Y comenzaron una serie de enfrentamientos de desgaste, sobre todo por parte de Israel. Con los islamistas reforzados políticamente, aunque con graves pérdidas en armamento y milicianos, Israel permitirá la entrada rápida de ayuda humanitaria, recursos económicos y medios de reconstrucción, pero el resto serán palabras vacías.
Los partidos de la ultraderecha en el gobierno israelí tienen la llave de la carrera política de Benjamin Netanyahu, que ha perdido buena parte de su popularidad al decidir el repliegue del Tsahal. Netanyahu ha seguido la táctica de golpear con mucha fuerza para debilitar lo más posible a Hamás y sus aliados, aunque no hasta el punto de eliminarlos completamente. Intervenir cada cierto tiempo sin enfangarse más implica menores riesgos. Continuar la presión militar en Gaza acarrearía en la práctica una destrucción mayor y la ocupación de toda la Franja, como exigen los ministros israelíes más radicales. ¿Quién asumiría la responsabilidad de la supervivencia de 1,8 millones de gazatíes? El coste económico y en víctimas serían perjudicial e innecesario para Israel, cuando todavía permanece el cerco del ejército en torno a Gaza y los ataques pueden reanudarse.
Además, el Ejecutivo israelí no quiere que la continuación de sus operaciones militares provoque la extensión de la protesta de los palestinos en Cisjordania y se tenga que enfrentar a un nuevo levantamiento, a la vez que aumenta su desprestigio internacional y empiezan a llegar las acusaciones de violaciones del derecho internacional y crímenes de guerra en Gaza. En definitiva, en una guerra más prolongada, el precio a pagar por los dos contendientes sería demasiado elevado. Es preciso un respiro.
Llega el momento de la política. En este sentido, las fuerzas palestinas han recuperado la iniciativa. Hamás, conseguido el cese de las hostilidades, va a reclamar un espacio privilegiado en el gobierno conjunto con Al Fatah; la exigencia de elecciones legislativas y presidenciales palestinas, aplazadas varias veces por la Autoridad Nacional; y su participación en cualquier proceso de paz, todavía muy lejano y nunca verdadero.
No obstante, el presidente Mahmud Abbas y su gabinete han ganado más capacidad de maniobra, porque han vinculado a la Autoridad Nacional en la obtención de la tregua.
Con el apoyo y la presión de Arabia Saudí, Catar y Turquía, han conseguido que los líderes políticos de Hamás convencieran a su rama militar que acordar el alto el fuego tendría más ventajas que inconvenientes. Asimismo, Abbas intenta encabezar nuevas alternativas políticas, que prosigan el camino de obtener el máximo apoyo de las instituciones internacionales. Un ejemplo es la declaración realizada ahora mismo de que el próximo paso es la proclamación unilateral de un Estado palestino. Imprescindible. Sin embargo, los desafíos son múltiples. ¿Dónde?Deberá ser en Cisjordania, Gaza y parte de Jerusalén. Sin embargo, por ideología y rédito político, Israel no va a frenar la edificación de asentamientos, sino al contrario. Y para ello se valdrá de la presión que ha ejercido en Gaza.
En este caso, la disputa se trasladará a Cisjordania, ya que el territorio que le queda a la Autoridad Nacional para articular un Estado es cada vez menor. ¿Con qué recursos económicos y atribuciones? La respuesta recae en las donaciones incondicionales de los países árabes y la comunidad internacional, especialmente la Unión Europea y Naciones Unidas. ¿Con qué fuerzas? Todas las formaciones palestinas, si se quiere garantizar un frente nacional democrático efectivo ante Israel. Si no existe unidad, ensamblada perfectamente con las asociaciones civiles palestinas, Israel recuperará fuerza para batir a cada uno por separado, a pesar de que es vulnerable.


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