La participación en las elecciones de Afganistán, celebradas el 5 de abril, ha sido superior a lo esperado. Es un dato que revela el deseo de la población de superar la guerra y lograr la estabilidad. Todavía es más importante que muchas mujeres hayan acudido a las urnas – a pesar de un sinfín de obstáculos – como una forma de señalar a todo el país y al mundo que reclaman mostrar su presencia activa y sus reivindicaciones. Es un ejemplo alentador de que los hombres no deben decidir por las mujeres. Subrayan así que sin ellas Afganistán no tiene futuro. Pero la realidad es muy diferente. Los códigos tribales señalan que la mujer (zan) es propiedad del hombre y representa una pieza de valor y hasta de intercambio, como el oro y la tierra.