Las heridas de Venezuela
Un manifestante contra el gobierno se refugia de los cañones de agua de la policía detrás de un escudo improvisado en Caracas.

Dice Rafael Vidac en su twitter: “El primer paso para curar cualquier herida es atreverse a mirarla”. Sanar las de Venezuela exige advertir que cada mirada a sus heridas es antagónica con la que le dirige el oponente. De esta manera,  las causas, diagnósticos y tratamientos son imposibles de conciliar, lo que hace que la herida siga sangrando.

 

Las protestas

 

Venezuela vive hace más de un mes de violentas protestas que han causado ya 39 muertes y cerca de 600 heridos. Demasiada tensión incluso para un país que se encuentra entre los cinco más violentos del mundo.

Asistimos a la primera crisis importante con la que se enfrenta el presidente Nicolás Maduro, cuando no ha cumplido un año de mandato. También, es el primer pulso de la oposición al gobierno electo.

No obstante, ya en los últimos días de enero se dio un paso en la búsqueda conjunta de soluciones. A la llamada del presidente acudieron los dirigentes de la oposición. Conseguir una solución al problema de la seguridad era la primera cuestión sobre la mesa. El Ejecutivo pretendía concertar una agenda nacional con la intención de incorporar otros asuntos a la negociación. Al mismo tiempo, adoptó algunas medidas para reducir el desabastecimiento y combatir las prácticas especulativas con los productos de primera necesidad.

Los estudiantes del estado de Táchira, favorable mayoritariamente al partido  opositor Voluntad Popular, comenzaron sus movilizaciones el 12 de febrero. La diputada María Corina Machado y el líder de esta formación política, Leopoldo López, convocaron a tomar las calles hasta obligar a Maduro a renunciar a la presidencia. Las protestas y marchas se desarrollaron en paz, pero pronto la violencia irrumpió rotundamente.  Los episodios más trágicos se dan en las guarimbas, barricadas que cortan las vías y que se alzan en puntos estratégicos de algunos lugares.

Ambos bandos utilizan el estallido violento como arma arrojadiza. Las redes sociales también se extreman y arden en mensajes encendidos que no escatiman los insultos. Salvo escasas excepciones, carecen de valor informativo por la visceralidad de los comentarios y la falsedad intencionada de algunas afirmaciones y del material audiovisual.

Los medios de comunicación toman también posiciones, generalmente contra el gobierno, y exageran la situación, ya de por si grave, sin hacer distinción entre víctimas y victimarios, ni aportar pruebas fiables y contrastadas de sus denuncias.

Ni todas las víctimas son opositoras ni las han causado las fuerzas policiales. Tampoco los uniformados son inocentes porque han recurrido a un uso abusivo de la fuerza.

Es inaceptable la apelación a la violencia para mantener las protestas o, igualmente, para acabar con ellas al margen de la ley. La guarimba no se puede mantener permanentemente, excepto si opta por incrementar la espiral de violencia. Los grupos de la oposición deben tener en cuanta que esta decisión les hurtaría apoyos entre sus partidarios y les acabaría perjudicando.

 

Protestas en Venezuela por los 39 muertos

 

Por otra parte, el régimen no reconoce la legitimidad de la protesta pacífica ni las razones que la impulsan: exigencia de cambios en la política económica sobre todo para garantizar el abastecimiento; soluciones a la  inseguridad; separación y autonomía efectiva de los poderes públicos; liberación tanto de los detenidos en las manifestaciones como de los presos políticos y otras reivindicaciones que los gobernantes tendrían que atender.

Sin embargo, el gobierno acentúa sus descalificaciones con argumentos tan ideologizados como que los seguidores de las protestas y sus promotores son la “derecha fascista” y “lacayos del imperialismo norteamericano”.  Además, las autoridades subrayan que la oposición prepara un golpe de Estado. Es una teoría irreal ya que no existe un componente militar con amplia base social proclive a una posible asonada.

 

Una conclusión se adivina ya con claridad: existe una polarización evidente entre las opciones políticas, aunque avancen otras iniciativas al margen de los dos grandes bloques

 

La abstención del 46% en las elecciones municipales, muy superior a la última victoria de Hugo Chávez,  indica el desinterés y también el descontento con el escenario de confrontación de las fuerzas políticas más importantes. Ni gobierno ni oposición logran movilizar a un amplio sector de la población desencantado o indiferente.

 

El diálogo, única solución

 

Como expresa el secretario ejecutivo de la opositora Mesa de la Unidad Democrática, Ramón Guillermo Aveledo, son muchas las razones para protestar y muchas  para dialogar.

Ahora bien, la oposición no es homogénea y tampoco lo son sus objetivos y actuaciones. En la Mesa de la Unidad Democrática conviven tendencias socialdemócratas, progresistas, democristianas, centristas, laboristas, socialistas e incluso marxistas. Algunos de estos grupos insisten en excluir a quienes prefieren transitar por la política más que por las barricadas. Precisamente, esta división impide a estas fuerzas crear de una alternativa de gobierno.

El radicalismo y rigorismo ideológico del gobierno no conoce matices y pretende obtener ventaja con la derrota total de su oponente. Pero, en el  chavismo no existe una sola fórmula para terminar con las protestas. Por este motivo deberían reconocer sus errores y enmendarlos, porque construir el país no significa imponer sus ideas mediante la fuerza ni limitando el derecho a la confrontación pacífica.

Fuera del oficialismo hay grupos políticos y personas, también en las filas opositoras, que fueron compañeros de viaje. Cabría preguntarse qué responsabilidad se comparte en estos abandonos y si estas personas y grupos políticos pueden ser un eslabón que posibilitaría una concertación de mínimos necesarios.

 

Maduro, en el centro, haciendo referencia a la Constitución durante una de sus intervenciones en el Placio presidencial de Miraflores

 

Nicolás Maduro ha abierto vías de diálogo, aunque le falta convencimiento para hacerlo posible y recurre a la ofensa hacia la oposición. A esta le pasa algo parecido y su sector más beligerante no quiere dialogar sino forzar la marcha del presidente.

 

En cualquier caso, todas las partes reconocen y aceptan que la Constitución es el marco legal del que partir

 

De ahí la necesidad de que asuntos como la violencia, la marcha de la economía o los problemas de abastecimiento y suministro de servicios públicos requieran una atención lo más concertada posible. Es importante llegar a consensos nacionales sobre los grandes temas de estado que afectan mayoritariamente a la población.

No obstante, para que el diálogo sea posible y ofrezca resultados positivos deben darse varias condiciones. La primera es admitir la legitimidad y razones del contrario y asumir sus responsabilidades en la situación actual. A la vez, se hace imprescindible la condena de violencia y que se den garantías de un respeto absoluto a los Derechos Humanos. Es preciso facilitar la participación de interlocutores reconocidos y con una amplia aceptación para conseguir un encuentro plural, inclusivo y representativo del conjunto del pueblo venezolano.

Es tiempo para que los dirigentes políticos y sociales de toda posición; los que preconizan la resistencia; los medios nacionales y extranjeros creadores de opinión; y toda institución o persona que toma postura ante la situación venezolana terminen de convencerse de que prolongar el enfrentamiento es inútil y perjudicial para todos.

Seguro que la gran mayoría del pueblo venezolano desea acabar con la violencia y conseguir una solución dialogada. La reciente  convocatoria a una Conferencia Nacional por la Paz y por la Vida puede constituir el marco apropiado, junto a la colaboración que puede prestar la Unión de Naciones Suramericanas.

Sin un intenso y profundo encuentro de voluntades, el país difícilmente puede encontrar soluciones a sus problemas y encaminarse hacia la gobernabilidad. Es el gran reto del presidente Nicolás Maduro, de la oposición y de toda la sociedad.

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Fernando Armendáriz

Co-fundador de Espacio REDO. Profesor en Derechos Humanos y Actualidad Internacional. Docente en asociaciones y Centros Culturales de Navarra, Andalucía y Euskadi y en la Universidad Pública de Navarra. Miembro de organizaciones de Derechos Humanos y movimientos sociales. Mis áreas preferentes de análisis son América Latina y los Derechos Humanos.

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