
La violencia extrema no cesa en la franja de Gaza, donde las condiciones de vida de sus habitantes se pudren cada vez más. Ahora, con durísimos bombardeos, los desplazamientos forzosos y la incursión terrestre.
En Gaza, Israel ha optado otra vez por las armas frente a Hamas. No existe simetría en el enfrentamiento entre las dos partes. Israel dispone de una aplastante superioridad en tropas, armamento y capacidad de provocar víctimas y daños en infraestructuras. Como es habitual, las autoridades de Tel Aviv se han olvidado de la diplomacia.
A estas circunstancias se suman tres elementos esenciales que configuran el problema: la ocupación de más del 65% de Cisjordania; el imparable desarrollo de las colonias judías en esa misma tierra, que impide la paz al eliminar la posibilidad de un estado palestino viable; y la política del ejecutivo israelí de establecer un Estado nacional judío, que reduce a la marginalidad a los palestinos y prácticamente les impulsa al destierro.
La ofensiva actual responde a un plan preciso. Es siempre el mismo: abatir lo más posible a Hamas para desbaratar su liderazgo, sus posibilidades de ofrecer una administración eficaz en la franja y anular su representatividad imprescindible como interlocutor en un proceso de pacificación.
Asimismo, la táctica del primer ministro Benjamin Netanyahu se aprovecha del contexto actual. Hamas ha perdido sus aliados en Egipto, los Hermanos Musulmanes, y el presidente Al Sisi considera enemigos a los islamistas palestinos y contribuye al cerco de Gaza con el cierre del paso de Rafah y los obstáculos al paso de mercancías. Además, Irán está más ocupado con la defensa de Irak y Siria contra las guerrillas yihadíes (suníes como los islamistas) y los pactos con EE.UU. sobre el programa nuclear.
Otras dos cuestiones impulsan los ataques israelíes. Una de ellas es entorpecer la reconciliación entre las formaciones palestinas, un gobierno conjunto entre la Autoridad Nacional Palestina y Hamas y una relación estable entre los territorios de Cisjordania y Gaza.
En segundo lugar, las sempiternas disputas en la política interior de Israel. La popularidad de Netanyahu desciende cada vez más por el deterioro de la situación social, pero igualmente por haber perdido iniciativa en la crisis nuclear con Irán y por no promover una solución al conflicto con los palestinos mediante una política de seguridad que suprima definitivamente la causa palestina. Son las tesis de las formaciones ultraconservadoras que se integran en el gabinete israelí. El ministro de Asuntos Exteriores, Avigdor Lieberman y Naftali Bennet, ministro de Economía, líderes respectivamente de la extrema derecha laica y religiosa, exigen una acción militar expeditiva en Gaza con todo el peso militar para borrar del mapa a las organizaciones palestinas; la detención de cuantos más cargos de Hamas mejor y la destrucción completa del arsenal y logística de las milicias. La derechización progresiva de la sociedad israelí contribuye a la presión.
Por otro lado, Lieberman aspira en una elecciones anticipadas a convertirse en primer ministro y censura la indecisión de Netanyahu a la hora de realizar una invasión en toda regla. Hasta la entrada del Tsahal en la franja, Netanyahu ha preferido los ataques de la aviación y la artillería. Su propósito ha sido evitar un coste elevado en las tropas israelíes y derrotar a Hamas, pero sin que desaparezca, porque los que le sustituirían serían los movimientos yihadíes, más radicales y partidarios de la violencia sin ninguna concesión. Sin embargo, en Netanyahu ha primado en este momento la supervivencia política y se ha adaptado a un asalto terrestre, limitado pero con la suficiente fuerza como para demostrar que es quien manda.
En Gaza, Hamás no dispone apenas de recursos económicos para pagar a su administración Los fondos no han llegado todavía, a pesar del pacto con la Autoridad Nacional Palestina. Las Brigadas Ezzedine al Qassam, brazo armado de Hamas, y la Yihad islámica, que amplía su influencia, han exigido actuar con firmeza. Así, Hamas tiene que revalidar su mandato en la resistencia palestina con el lanzamiento de misiles contra territorio israelí. El movimiento islamista se encuentra más aislado que hace unos meses de los países árabes y tampoco cuenta con el apoyo Hezbollah en Líbano, que no ha abierto un segundo frente contra Israel en el norte, porque los chiíes disputan con los islamistas su poder regional. La Autoridad Nacional de Mahmud Abbas en Cisjordania solo hace declaraciones de protesta, pero no moviliza las calles. Prefiere el desgaste de Hamas y, en consecuencia, debilitarle en la relación de fuerzas pactada entre los grupos políticos palestinos.
Por lo tanto, Hamas no va a ceder ante Israel. No obstante, tarde o temprano llegará un alto el fuego y, con el paso del tiempo, se comprobará que Hamas y otras fuerzas volverán a rearmarse.
Ha sucedido en ocasiones anteriores. De nuevo, quedará aplazada una solución justa a la disputa entre Israel y cualquier expectativa de paz. Entretanto, la población de Cisjordania y Gaza continuará padeciendo su trágica situación. Sin embargo, cuanto más quebrantada está, más resistencia ofrece.


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