
Vivimos en un tiempo lleno de información en relación con los acontecimientos internacionales. Un mundo global, complejo, conflictivo, lleno de intereses, disputado. Cada día es más difícil un análisis sereno y profundo que permita encontrar las claves fundamentales de los hechos.
Los Derechos Humanos tienen que ser el enfoque adecuado para interpretar el mundo, sus conflictos, los procesos históricos que lo modifican y los retos que lo interpelan. En su contenido, concepto y desarrollo encontramos la propuesta ética que debe regir las relaciones entre países y personas, en el seno de la sociedad y en sus instituciones formales o informales.
Razones para los derechos
Ningún conflicto ni disputa pueden quedar resueltos si los Derechos Humanos no se convierten en un elemento fundamental de la realidad; si se ignoran y, aún más, si se desprecian categóricamente.
La historia nos lo demuestra una y otra vez. La Declaración Universal de Derechos Humanos surge tras el final de la Segunda Guerra Mundial impulsada por el horror y destrucción que supuso. Pero, en el mismo siglo, el viejo continente se ha visto ensangrentado por conflictos en los Balcanes y en territorios de la antigua URSS. Varios de ellos, permanecen, se enquistan, no se solucionan en claves de paz y justicia: Oriente Próximo; Libia; Afganistán; Costa de Marfil; Somalia, Congo; Colombia… y surgen otros nuevos, el principal, la delincuencia internacional organizada.
Debemos recuperar para el presente la memoria de tantas personas que han dejado su vida en la lucha por la dignidad humana, porque los derechos humanos no surgen con la Declaración Universal, son anteriores a ella y nacen desde el grito de los excluidos y excluidas de la historia, las personas marginadas y oprimidas que aún hoy se hacen oír porque los derechos humanos no están vigentes en todo el mundo ni en su totalidad.
Nadie mejor que las personas empobrecidas saben el significado de la pobreza. El teólogo Gustavo Gutiérrez se refería a ellas en Latinoamérica como “los ausentes que se hicieron presentes”. Hagamos pues presentes a los 1.500 millones de personas que sobreviven en el mundo con menos de un dólar diario y si ponemos rostro a esta cifra mayoritariamente será un rostro de mujer. Como consecuencia de la crisis, el Banco Mundial cifraba entre 55 y 90 millones de personas que pasarán a engrosar las filas de quienes viven en la pobreza extrema.
Los derechos humanos no surgen con la Declaración Universal, son anteriores a ella y nacen desde el grito de los excluidos y excluidas de la historia, las personas marginadas y oprimidas que aún hoy se hacen oír porque los derechos humanos no están vigentes en todo el mundo ni en su totalidad.
No olvidemos igualmente a los hombres y mujeres presos de conciencia; a las personas torturadas y ejecutadas; los y las emigrantes, expulsados por la necesidad de sus países y marginados en los nuestros; a las víctimas de la violencia política; las mujeres maltratadas y asesinadas y también el medio ambiente y las culturas amenazadas por el pensamiento único.
Dignidad y derechos
La dignidad humana, la libertad, la igualdad y la solidaridad son las ideas y prácticas esenciales que deben estar presentes. No se puede construir el porvenir sin tener en cuenta los derechos que dotan a todas las personas de los elementos básicos para una vida digna. Estados, naciones y pueblos no son entes abstractos y se fundamentan en las poblaciones que los habitan. A ellas se deben y para ellas tienen que articular espacios de libertad y recursos que permitan el desarrollo de su vida en toda su diversidad y riqueza.
Como es inevitable en toda comunidad humana, surgirán conflictos. La construcción de estados de derecho debe desarrollar instrumentos para que estos conflictos se resuelvan de forma pacífica y justa a través del acuerdo y aceptación del otro u otra y teniendo en cuenta en una discriminación positiva a quienes parten de situaciones de mayor precariedad; física, educativa o estructural.
La propia Declaración de los Derechos Humanos se define a sí misma como universal. Significa que todo ser humano – por el hecho de serlo – es poseedor de todos ellos y lo es en cualquier circunstancia, lugar o condición en la que haya nacido y viva. El carácter universal de los Derechos Humanos nos incorpora a una visión global del mundo y nos hermana con los hombres y mujeres que lo habitan, iguales titulares de derechos. Nada humano nos parece ajeno. Nada inhumano nos resulta indiferente.
Ampliar los Derechos Humanos
Es verdad que la Declaración Universal en su nacimiento tuvo un carácter androcéntrico y occidental. Pero también dinámico y evolutivo. Es la piedra angular en la construcción de nuevos derechos y la incorporación de nuevos puntos de vista para encontrar lo que el profesor Xavier Etxeberria denomina “lo humano irreductible”, esos valores comunes que nos integran en una misma comunidad humana Por tanto, no son derechos quietos ni muertos. En su evolución necesitan observaciones críticas, que los doten de nuevos y mejores contenidos.
Precisamente, su origen eurocéntrico precisa que los Derechos adquieran universalidad plena mediante la armonización con otras concepciones culturales, mientras los seres humanos -individuales y en comunidad- vivan en libertad y justicia. Que las mujeres sean todavía discriminadas exige que los Derechos Humanos superen definiciones y realidades que las olvidan y se conviertan plenamente en derechos de las mujeres.
Observar y comprender el mundo desde los Derechos Humanos y situarnos en él con un compromiso transformador no equivale a renunciar a nuestros puntos de vista ideológicos, políticos o religiosos. Más bien deben reforzarlos, llenarlos de legitimidad, en la medida que nuestras opiniones sean capaces de aplicar y respetar esos mismos derechos.
Algunas amenazas, otras oportunidades
Actualmente, en un mundo convulso y lleno de incertidumbres, la impunidad representa una de las mayores amenazas a los derechos humanos. Quien piensa que sus acciones no tendrán consecuencias punitivas y que nunca acabará ante la justicia por ellas no tiene ningún obstáculo para seguir violándolos. La impunidad es también una pésima lección para la humanidad, deja a las víctimas sin justicia y muestra a la sociedad la indefensión en la que se encuentra ante los atropellos del poder. La lección más dramática es que todo vale para conseguir los propósitos políticos o económicos de los poderosos, porque nunca tendrán que dar cuenta de sus actos por muy atroces que sean.
Romper el círculo de impunidad que rodea la violación de derechos humanos supone dar a conocer los abusos que se cometen contra ellos, movilizar a la sociedad en su denuncia, reclamar justicia y también formar un cuerpo de justicia internacional que de manera independiente sea capaz de juzgar y sancionar los abusos y violaciones que por ser contra los derechos humanos afectan a toda la humanidad.
Las leyes internacionales y sus organismos deberían ser capaces de intervenir preventivamente, juzgar y condenar si llegara el caso éstas y otras violaciones de los derechos Humanos. Todavía quedan por instaurar en el mismo rango de valor los derechos más desprotegidos. Los artículos del 22 al 27 de la Declaración son los llamados Derechos Económicos, Sociales y Culturales, que también se recogen en el pacto del mismo nombre. Así como los primeros limitaban y controlaban la intervención del Estado, en los DESC es necesaria su presencia para que asegurar su cumplimiento, no sólo por el Estado, también por empresas, entidades financieras y organismos supranacionales.
Observar y comprender el mundo desde los Derechos Humanos y situarnos en él con un compromiso transformador no equivale a renunciar a nuestros puntos de vista ideológicos, políticos o religiosos. Más bien deben reforzarlos, llenarlos de legitimidad, en la medida que nuestras opiniones sean capaces de aplicar y respetar esos mismos derechos.
Queda una ingente tarea, a la par que necesaria, apasionante. Entretanto, es obligatorio reclamar los derechos fundamentales y mantenerse alerta ante su retroceso mientras a la par vamos construyendo nuevos derechos y equiparándolos a los ya reconocidos universalmente. Y tan importante como esto es convertir a los derechos humanos en el marco ético y moral donde situarnos en nuestro comportamiento vital, haciendo de ellos la referencia obligada para la vida, lugar y momento histórico que nos ha tocado en suerte vivir.
Imagen: René Magritte: Le faux miroir (The False Mirror), 1929.

Fernando Armendáriz

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