Ucrania, más allá de las armas
Klychko, Kerry, Yatsenyuk y Mueller (Ucrania)

Los acontecimientos que se precipitan a orillas del Mar Negro apenas nos están dejando ver su verdadera evolución, tan preocupante como irreversible. Más allá de los acuerdos incumplidos y los hechos consumados se esconde los cambios de un orden mundial que camina inexorablemente hacia la partición.

Noviembre de 2013 queda ya muy atrás. No obstante, nuestra forma de percibir la situación de Ucrania sigue anclada en aquel momento. A pesar de la escalada bélica, seguimos confiando en una negociación política que lo solucione todo, en la federalización de un Estado que por arte de magia volverá a presentarse unido en el ámbito internacional. Pero se han cruzado demasiadas líneas rojas como para esperar tal posibilidad. El principal error se produce a la hora de evaluar el propio conflicto, pues no estamos frente a un modelo como el de la Guerra Civil Española (choque de clases-ideas) sino más bien ante una Guerra de Secesión Americana (choque de grupos-identidades).

 

Desde que sonaron los primeros disparos en Lugansk y Donetsk, este conflicto dejó de ser la pugna entre ucranianos que nos proponía el Maidan, para convertirse en algo dolorosamente distinto.

 

El mejor reflejo de lo que está ocurriendo nos lo ofrece ACNUR. Según la agencia de Naciones Unidas los civiles desplazados son más de un millón, de los cuales el 80% elige Rusia como destino final. ¿Cómo puede cerrarse una herida social y política de tal magnitud? ¿Habremos sobrepasado el punto de no retorno?

Por otro lado, en lo que a dinámicas globales se refiere, este roce continuo entre Oriente y Occidente está acelerando la desconexión de bloques. Desde que en 2008 el economista británico Jim O´Neill popularizara el término «BRIC» – la S de Sudáfrica no se incorporó hasta 2011 – hemos ido tomado conciencia de la caducidad de las fronteras dibujadas tras la Caída del Muro de Berlín. Los vínculos comerciales que nos habían mantenido más o menos unidos hasta ahora parecen resquebrajarse tras la creación de la Unión Aduanera y del  Banco de Desarrollo. La aparición de estas instituciones alternativas ofrecen un soporte real con el que llevar a cabo las aspiraciones emancipadoras de países antes subordinados a la estrategia occidental. Así pues, cada enfrentamiento político o diplomático entre Bruselas/Washington y Moscú acelera esta división. Las sanciones comerciales a la Unión Europea han sido solo el comienzo. Ahora, el inicio de la construcción de un nuevo gaseoducto entre Rusia y China a principios de septiembre supone una verdadera declaración de intenciones. Fruto de un acuerdo firmado en mayo de este año, Moscú se ha comprometido a suministrar a su socio un total de 38.000 millones de metros cúbicos de gas anualmente a partir de 2018.

 

Esta nueva línea llamada «La fuerza de Siberia» es un toque de atención para los que piensan que las finanzas rusas no pueden sobrevivir sin el mercado europeo

 

Y un ejemplo muy gráfico de cómo el conflicto ucraniano ha logrado desbloquear un proyecto que llevaba diez años en fase de negociación.

La Unión Europea también se está viendo arrastrada a una situación de debilidad, que le confiere un claro papel de perdedora. Hablamos de una región afectada por la desindustrialización, el paro y la falta de crecimiento. Mientras sus recetas económicas no funcionan y el BCE se ve obligado a intervenir, Rusia lanza un bloqueo a las exportaciones de frutas y hortalizas cuyo impacto se ha dejado notar. Sin saber cómo afrontaremos la batalla del gas que se prepara para este invierno, está claro que los europeos necesitaremos buscar apoyos al otro lado del Atlántico. Barack Obama ya anticipó este escenario cuando visitó Bruselas a finales de marzo, ofreciéndose incluso como proveedor preferente de combustibles. Todo esto tendrá un profundo impacto en las negociaciones del Tratado de Libre Comercio U.E. – U.S.A., cuyo objetivo es suprimir aranceles y normativas entre ambas potencias.  El resultado no puede ser otro que el distanciamiento entre la Unión Europea y la Unión Aduanera / Unión Euroasiática, con poca o ninguna posibilidad de poder reconducirlo.

Pero aún queda por afrontar el desafío más complicado. Desde que la OTAN anunció la creación de una fuerza de intervención rápida para la Europa oriental y el presidente Poroshenko expresó su preferencia por la Alianza Atlántica, las divisiones se han agudizado. La invasión de Crimea demostró que además de la posible influencia política y económica, Moscú quiere evitar la presencia de fuerzas extranjeras en su esfera de influencia. La creciente presión sobre las fronteras ucranianas está creando la necesidad de poseer estructuras móviles capaces de personarse en cualquier lugar de conflicto, tanto para unos como para otros.

Mientras lo que plantea la OTAN es una reconfiguración de sus esquemas, a Rusia le queda un largo camino por recorrer, pero teniendo en cuenta las estructuras políticas y económicas que ha creado al margen de Occidente: ¿Podría extender dichos acuerdos al terreno militar? No olvidemos que la presencia del ejército ruso es imprescindible para garantizar la independencia de repúblicas autoproclamadas como Abjasia, Osetia del Sur o Transnistria y que si el gobierno de Kiev consuma sus aspiraciones de integrarse en la OTAN, Nueva Rusia (Lugansk y Donetsk) estaría directamente en el punto de mira. Debemos ser conscientes de que si las tropas federales no se retiran, podemos dar por perdidas las regiones separatistas. La creación de un nuevo Pacto de Varsovia serviría para que Moscú pudiera intervenir en sus fronteras sur y oeste sin tener que hacerlo de manera oficial, sino a través de fuerzas afines.

En definitiva, lo que nos jugamos en Ucrania no es la división de un país sino de todo un continente que se extendería desde Finisterre hasta Vladivostok.  Solo una visión global del conflicto puede darnos las claves definitivas para su resolución, aunque si seguimos pendientes de cada escaramuza y de cada reacción política, lo perderemos todo.

 

Imagen: 50th Munich Security Conference 2014: Encuentro Bilateral: John Kerry (Secretario de Estado de Estados Unidos) se encuentra con la oposición ucraniana (Petro Poroshenko, Vitali Klychko y Arseniy Yatsenyuk).
«MSC 2014 Klychko-Kerry-Yatsenyuk Mueller MSC2014» por Marc Müller – www.securityconference.de, direct link. Licencia bajo CC-BY-3.0-de vía Wikimedia Commons.

 

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Jaime Aznar

Colaborador
Historiador y vocal del Colegio de Doctores y Licenciados de Navarra. Analista especializado en Europa.

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