«No soy un mesías, sino un hombre como los demás” señaló Mandela en uno de sus discursos. Conocía su capacidad de seducción y la utilizaba en público para exponer mejor sus principios y mostrar su autoridad; si bien Mandela ganó cada vez más valor por su sencillez, optimismo, esfuerzo y tenacidad. Personas, instituciones y grupos diferentes y contrario glorifican su humanismo, diálogo y resolución pacífica de los conflictos, que se convierten en universales, aunque solo sea en el instante de su muerte. Sin embargo, todavía persisten apartheids mantenidos por muchas autoridades que asistirán a su entierro, a los que Mandela se habría opuesto.
Madiba ha sido primero un resistente, líder de uno de los movimientos de liberación más importantes de África, el Congreso Nacional Africano (CNA), en lucha – incluso violenta después de la masacre de Sharpeville en 1960 – contra el imperialismo colonial. Un activista desde la tribuna y la cárcel contra el segregacionismo racista de los dominadores blancos, en un país mayoritariamente negro, que imponían la dictadura política y económica, particularmente agresiva, y defendida por las potencias occidentales durante la guerra fría.
Pixley Ka Isaka, uno de los fundadores del CNA, en enero de 1912, proclamó que Sudáfrica era un solo pueblo: Mandela rebasó su procedencia clánica thembu y su etnia xhosa para alcanzar un nacionalismo sudafricano, que agrupara a negros, indios, mestizos y blancos de origen británico o afrikaner, en una democracia ciudadana igualitaria. Mandela opinaba que su apego a África y la voluntad de supervivencia unía a muchos de ellos.
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