Francia, potencia colonial
Con la intervención militar, a comienzos de 2013, el presidente François Hollande ha movido sus fichas como un gendarme regional antes de que cayera en el olvido la operación conjunta con soldados africanos. El delirio de los yihadistas le ha dado la justificación para luchar en África. Pero contrarrestar la violencia yihadista no debe ocultar que la presencia militar directa permite asegurar además los intereses franceses en la región: acceso más conveniente a contratos de explotación de los hidrocarburos y minerales (Touadenni, Tamesna, Iullemeden, Nara, Gao); ventajas en el comercio de materias primas y manejo de la política monetaria de los países de la zona del franco CFA. Nada original, sino la continuación de la arrogante supremacía de Francia en este área del continente. La denominación exacta es neocolonialismo y no tanto solidaridad.
Durante el mes de marzo, Francia ha alcanzado en Malí dos de sus objetivos más inmediatos: que el gobierno de Bamako recupere el norte del país y contener el avance yihadista. No podía ser menos. Las fuerzas armadas galas son superiores en una guerra de movimientos y la población no apoyaba a los rebeldes.
No obstante, el conflicto continúa. Los militares franceses consolidan una defensa de zona para garantizar la estabilidad en las ciudades y puntos estratégicos. En tierra les acompañan soldados malienses – como preludio a la reconstrucción del ejército nacional, todavía frágil, enfrentado y con aspiraciones políticas – y especialmente tropas especiales del vecino Chad, bien entrenadas por sus incursiones en Sudán y acostumbradas a luchar en escenarios áridos similares a los de su país.
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