África
  • Cartel del presidente Abdelaziz Bouteflika al que se acercan dos cabras
  • Carteles paródicos sobre las elecciones presidenciales 2014 en Argelia. Como candidatos: Batman, Barbapapa, Spiderman...

Argelia electoral

Abdelaziz Buteflika va a renovar su mandato presidencial por cuarta vez. En su decisión pesa más controlar un régimen presidencialista todopoderoso que su salud, muy debilitada y que le ha mantenido varios meses incapacitado. Entretanto, su corte de partidos y asociaciones afines y el estamento militar – el “gran mudo” o el pilar fáctico real – han gobernado mediante la permanente red clientelar que se aprovecha de los beneficios que concede el poder.

 

Elecciones bajo control

 

Buteflika cuenta con el beneplácito de las potencias occidentales y las instituciones financieras internacionales, ya que el orden que el Estado argelino dice garantizar conviene a sus negocios. España es uno de los países que depende del suministro del gas argelino, en concreto de Medgaz, en la región de Beni Saif. El oleoducto se hunde en el mar 2.000 metros y recorre 210 kilómetros bajo el agua hasta la costa de Almería. Esta importación de gas representa ya el 53% del abastecimiento, por un valor de casi 6.000 millones de euros en 2013, un 14% más que el año anterior. La factura energética española alcanza los 62.000 millones de euros (un 93% más que en 2009) y es una de las principales razones del déficit de nuestra balanza comercial.  Por tanto, la estabilidad de Argelia resulta estratégica e imprescindible. Ahora bien, ¿a cambio sostener a una administración que ejerce el monopolio de la política; frena las libertades, vigiladas por el Ejército; y acarrea más desigualdades sociales? Mi respuesta es no, porque la falta de democracia y de reparto justo de la riqueza genera más tensiones y consolida la inseguridad.

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  • Infraestructuras petrolíferas en Sudán

Sudán del Sur: de nuevo la guerra

La población de Sudán del Sur padece dos guerras desde hace un par de años. La primera en el tiempo hunde sus raíces en los conflictos bélicos (1959-1972 y 1983-2005) entre el Norte y el Sur, que  consiguió la independencia en julio de 2011.

En este proceso de separación quedaron pendientes algunas cuestiones: el trazado de fronteras en las regiones de Abyei y del Nilo Blanco y Azul y los recursos petrolíferos; Sudán del Sur posee el 75% de las reservas de petróleo (5 millones de barriles) de todo Sudán. El Norte dispone de los oleoductos, las refinerías, las infraestructuras y Port Sudan, lugar de embarque por el que se puede exportar esta riqueza energética. El acuerdo debería ser imprescindible, pero las ambiciones de poder de los dirigentes (Omar al Bashir y Salva Kiir) de ambos países y de sus aparatos burocráticos y militares impiden la paz.

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  • Mandela durante un mítin del CNA
  • El presidente Jacob Zuma durante la conferencia "Nelson Mandela" en Limpopo. (Gallo)

Mandela en el paraíso

«No soy un mesías, sino un hombre como los demás” señaló Mandela en uno de sus discursos. Conocía su capacidad de seducción y la utilizaba en público para exponer mejor sus principios y mostrar su autoridad; si bien Mandela ganó cada vez más valor por su sencillez, optimismo, esfuerzo y tenacidad. Personas, instituciones y grupos diferentes y contrario glorifican su humanismo, diálogo y resolución pacífica de los conflictos, que se convierten en universales, aunque solo sea en el instante de su muerte. Sin embargo, todavía persisten apartheids mantenidos por muchas autoridades que asistirán a su entierro, a los que Mandela se habría opuesto.

Madiba ha sido primero un resistente, líder de uno de los movimientos de liberación más importantes de África, el Congreso Nacional Africano (CNA), en lucha – incluso violenta después de la masacre de Sharpeville en 1960 – contra el imperialismo colonial. Un activista desde la tribuna y la cárcel contra el segregacionismo racista de los dominadores blancos, en un país mayoritariamente negro, que imponían la dictadura política y económica, particularmente agresiva, y defendida por las potencias occidentales durante la guerra fría.

Pixley Ka Isaka, uno de los fundadores del CNA, en enero de 1912, proclamó que Sudáfrica era un solo pueblo: Mandela rebasó su procedencia clánica thembu y su etnia xhosa para alcanzar un nacionalismo sudafricano, que agrupara a negros, indios, mestizos y blancos de origen británico o afrikaner, en una democracia ciudadana igualitaria. Mandela opinaba que su apego a África y la voluntad de supervivencia unía a muchos de ellos.

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  • Fotografía cedida por la compañía petrolera noruega Statoil que muestra la planta de gas en In Amenas, Argel. (EPA)
  • Un soldado francés patrulla las calles en la ciudad de Gao © REUTERS/ Francois Rihouay

Malí y Argelia entre dos fuegos

Argelia no quiere implicarse militarmente en Malí porque defiende que los problemas africanos deben solucionarlos sus Estados. Decidió impulsar negociaciones políticas y no operaciones militares. Así ha sucedido con los tuaregs. Francia y Estados Unidos le acusaron de no asumir sus responsabilidades como potencia regional. Pero Argelia ha rechazado las ambiciones francesas de establecer nuevas bases militares, especialmente en el Sahel – su patio trasero –   y de controlar en exclusiva los recursos regionales.

Sin embargo, las presiones han sido más fuertes que el equilibrio de Buteflika. El presidente argelino  autorizó que la aviación gala surcase su espacio aéreo. No jugar en la partida le habría impedido ofrecer una solución política si la guerra se complica. Asimismo, porque en su proceso de reafirmación del Estado ante un futuro incierto prefiere no arriesgarse a que Francia y EE.UU. establezcan lazos con los opositores, que reclaman más reformas y libertades.

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  • Un soldado de la Unión Africana vigila un búnker con armas. ©Tobin Jones/AU-UN IST/AFP

Kenia: masacre en Nairobi

Este país del África Oriental es mucho más que las playas de Mombasa, los safaris en los parques nacionales de Aberdare y en los lagos Bogoria y Naivasha y las visitas a la granja de Karen Blixen en la ladera de las colinas de Ngong. A pesar de su desarrollo económico (4,5 % de crecimiento), padece la pobreza y la inestabilidad política. También se ubica en su territorio el campo de refugiados de Dadaab, en el que se hacinan en durísimas condiciones de vida alrededor de 500.000 de personas, huidas de Somalia, en cuya guerra Kenia está implicada directamente.

La matanza en un centro comercial de Nairobi no es una sorpresa.  A lo largo del año pasado se sucedieron al menos tres atentados importantes: contra un hotel de capital israelí, en Mombasa; varias iglesias cristianas en Garissa y una estación de autobuses, asimismo en Nairobi. Un total de 33 personas asesinadas. Por tanto, Kenia es un objetivo claro de los grupos extremistas del yihadismo violento, local e internacional, desde hace tiempo. Es imposible olvidar el estallido de un coche bomba en la embajada de EE.UU. , en agosto de 1998, -sincronizado con otro en Tanzania– que causó una carnicería de 213 muertos.

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