Abdelaziz Buteflika va a renovar su mandato presidencial por cuarta vez. En su decisión pesa más controlar un régimen presidencialista todopoderoso que su salud, muy debilitada y que le ha mantenido varios meses incapacitado. Entretanto, su corte de partidos y asociaciones afines y el estamento militar – el “gran mudo” o el pilar fáctico real – han gobernado mediante la permanente red clientelar que se aprovecha de los beneficios que concede el poder.
Elecciones bajo control
Buteflika cuenta con el beneplácito de las potencias occidentales y las instituciones financieras internacionales, ya que el orden que el Estado argelino dice garantizar conviene a sus negocios. España es uno de los países que depende del suministro del gas argelino, en concreto de Medgaz, en la región de Beni Saif. El oleoducto se hunde en el mar 2.000 metros y recorre 210 kilómetros bajo el agua hasta la costa de Almería. Esta importación de gas representa ya el 53% del abastecimiento, por un valor de casi 6.000 millones de euros en 2013, un 14% más que el año anterior. La factura energética española alcanza los 62.000 millones de euros (un 93% más que en 2009) y es una de las principales razones del déficit de nuestra balanza comercial. Por tanto, la estabilidad de Argelia resulta estratégica e imprescindible. Ahora bien, ¿a cambio sostener a una administración que ejerce el monopolio de la política; frena las libertades, vigiladas por el Ejército; y acarrea más desigualdades sociales? Mi respuesta es no, porque la falta de democracia y de reparto justo de la riqueza genera más tensiones y consolida la inseguridad.