Los servicios de inteligencia de Estados Unidos no niegan haber controlado millones de datos telefónicos e informáticos. Estas investigaciones son habituales. La alarma actual se debe a que su extensión es enorme; a los sofisticados medios empleados y, especialmente, a que afecta a países aliados y a sus dirigentes. Precisan que es una obligación de la seguridad nacional.
El espionaje ha provocado sorpresa e inquietud entre los gobiernos europeos, que nunca se han quejado cuando las víctimas son países africanos, asiáticos o latinoamericanos. Sin embargo, todos los aliados se vigilan mutuamente. Alemania y Estados Unidos saben que Francia es un peligroso agente cuando se dedica a obtener informaciones comerciales, industriales y tecnológicas, con el propósito de conseguir ventajas para sus empresas.
El espionaje ha evitado atentados y su prevención es necesaria. Pero no seamos ingenuos. Resulta increíble pensar que pinchar los teléfonos de Angela Merkel, ministros e instituciones de los estados amigos de EEUU es porque son enemigos. La violación de la privacidad de cualquier persona – desde luego cuando se hace sin cobertura jurídica – se realiza por motivos mucho más interesados. De hecho, la acumulación de la máxima información posible sobre los acontecimientos internacionales, sus causas, protagonistas y consecuencias mantiene y reafirma hegemonías. A pesar de cierto estancamiento y de diversos competidores, Estados Unidos ejerce como la gran potencia mundial y aplica los mejores y más amplios recursos para vigilarnos. Colaboran decenas de empresas y diversos departamentos de seguridad, entre ellos los de Gran Bretaña, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, que al parecer pactaron su exclusión del sistema de escuchas. En la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) se les denomina “second party”, aliados de segundo nivel, y no son blancos imprescindibles. La seguridad estadounidense se ha saltado todos las limitaciones legales: en el caso de Alemania, ha violado el artículo 10º de su Constitución, que asegura la confidencialidad en los correos y telecomunicaciones. Además, la NSA ha quebrado el principio de que un servicio de inteligencia exterior no puede espiar a sus nacionales.
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