En Kerbala, a 100 kilómetros al suroeste de Bagdad, el 10 de octubre del 680, los soldados de Yazid I asesinaron al segundo hijo de Ali, el imam (guía) Huséin, junto a un grupo de 70 mujeres, niños y servidores. Huséin se proponía reclamar el califato. Antes, precisamente Ali – primo y yerno del profeta Muhammad, marido de su hija Fátima – había sido derrocado en la batalla de Siffin (657) por la vieja aristocracia comerciante de la Meca, que estableció la dinastía omeya, encabezada por Muáwiya. Cuatro años después, Ali morirá en Kufa atravesado por un puñal envenenado. De estos acontecimientos terribles procede uno de los rasgos distintivos de la chía: el tazieh (testimonio de dolor) en el día del aniversario del asesinato de Huséin y de otros mártires.
El enfrentamiento tiene que ver con las tensiones sobre la legitimidad de la persona que debe ejercer la guía política y religiosa de la comunidad tras la sucesión del profeta Muhammad.
Esta disputa es la gran fitna (cisma, sedición). La chía (partidarios de una causa) de Ali crea el movimiento chií esencialmente después del martirio de Huséin. Es el origen de la lucha histórica, que llega hasta la actualidad, entre los suníes, la mayoría de los creyentes en el islam, y seguidores de las tradiciones y normas surgidas del ejemplo de Muhammad, y los chiíes, la principal facción disidente del islam, un 15% de los musulmanes del mundo, instalados principalmente en Irán, Irak, Bahrein, Líbano, Afganistán y Pakistán.