La abstención ha ganado las elecciones legislativas con un 47%, mientras el Frente de Liberación Nacional (FLN, partido del presidente Buteflika) ha logrado el 47,6% del 53% del censo que ha acudido a las urnas. Casi la mitad de la población argelina ha dado la espalda al intento del régimen de ofrecer una imagen de apertura política. La oposición denuncia fraudes.
El FLN se eterniza en el poder desde 1962, después de la insurrección contra Francia. Si es preciso con golpes de Estado: el coronel Bumedian derroca en 1965 al líder Ben Bella y, sobre todo, contra el Frente Islámico de Salvación (FIS). Su triunfo electoral en enero de 1992 fue la excusa para frenar completamente las libertades políticas. Los militares – especialmente los servicios secretos – han confiscado la revolución; controlan los resortes del poder, aunque muestren una imagen civil; y ganan siempre en medio de la lucha de facciones que caracteriza en Argelia.
Desde hace 12 años Buteflika permanece en la jefatura del Estado. El régimen ha sabido conservar las riendas del poder con tácticas que le han dado resultado. El programa de reconciliación nacional (después de la guerra civil de 1992-2003) echaba un manto de silencio sobre las responsabilidades del ejército en la represión de esos años. Asimismo, la creación de un sistema clientelar ha absorbido tendencias políticas enfrentadas (religiosas y laicas) con la oferta de integrarse en la administración y disfrutar de las ventajas económicas del poder. Incluso un sector de los islamsitas (Movimiento por la Sociedad y la Paz) han participado en el Ejecutivo y en el reparto de pactos y favores. Tampoco ellos han sido muy eficaces y honestos en sus cargos. Es una de las razones – además de posibles trampas – de haber logrado sólo 48 escaños, 11 menos que en la anterior Cámara. El Estado todavía prohíbe que grupos del antiguo FIS intervengan en política.