Javier Aisa Gómez de Segura. Periodista especializado en actualidad internacional (Espacio REDO)
En memoria de nuestro profesor y amigo Ángel Alfaro, africanista de saberes y corazón, fallecido recientemente.
Este verano han sucedido más noticias internacionales que las bravuconadas de Kim Jong-un, Trump y Maduro… Aunque muchos se olviden de lo que sucede en África. Sin embargo, nos debería interesar esta vez Kenia porque allí la violencia postelectoral se ha manifestado en las calles, con decenas de personas muertas. Asimismo, porque Kenia es un país estratégico contra el terrorismo yihadí, procedente de células propias o de la vecina Somalia, donde tiene desplegados 3.600 soldados. Fueron los atentados del West Gate en Nairobi, 2013, y en la Universidad de Garisa en 2015; cerca de 250 víctimas mortales. También nos podría preocupar Kenia porque es un país que recoge a cerca de 700.000 personas refugiadas en los campos infrahumanos de Dadaab, en el noreste, frontera somalí, y 160.000 más en Kakuma, en el norte, la mayoría huidas de los combates en Sudán del Sur.
La denuncia de las injusticias económicas y sociales y la solidaridad son más razones para recordar Kenia, segunda potencia económica del Este de África, con un crecimiento del PIB (70.000 millones de dólares), del 5,5% anual, pero el número 145 de los 187 países en el Índice de Desarrollo Humano y un 46,3% de sus 46,5 millones de habitantes, que sobreviven con menos de tres dólares al mes. Otros dos motivos: la marginación y la violencia de género. El analfabetismo entre los hombres es del 9% y un 20% en las mujeres. Las estadísticas revelan que un 75% de las mujeres kenianas han sufrido la mutilación genital.